Argentina afronta sus elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) el próximo 13 de agosto: ¿Resistirá el oficialismo peronista, habrá cambio de ciclo con Juntos por el Cambio o se apostará por un cambio de época liderado por Javier Milei?

Sin duda, estas PASO a la presidencia argentina vienen marcadas por el fenómeno Milei. Su retórica, sus propuestas y su visión de país a largo plazo han puesto en jaque tanto al oficialismo del Frente de Todos (ahora refundado en Unión por la Patria para las elecciones) como a Juntos por el Cambio en sus vertientes de palomas Larretistas y halcones de la cuerda de Bullrich.

Alberto Fernández ha sido el peor presidente de la historia argentina. Convertido en meme de sí mismo, puesto a dedo y manejado por Cristina Fernández de Kirchner (actual vicepresidente condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua a cargo público por desviar contratos de obras públicas a un amigo de la familia), ha pasado cuatro años transitando sobre la nada misma y así será recordado. Al margen de su ineptitud presidencial, yace como cadáver político con el epitafio del vacunatorio vip y la fiesta de Olivos en pandemia al tiempo que amenazaba a la ciudadanía penalmente.

El ‘Estado Presente’ ha fracasado como modelo kirchnerista de país. Este ha abdicado de sus obligaciones en sanidad, educación y seguridad. El narcotráfico ha tomado Rosario y sigue su expansión. El movimiento montonero pseudo mapuche hace estragos al sur tomando tierras de manera violenta. La depredación de los mares y otros recursos naturales por potencias extranjeras es una constante. En lo económico, Argentina está intervenida doméstica y externamente, por un lado sufre el control estatal de precios y las barreras a la exportación y, por otro, la deuda contraida con el Fondo Monetario Internacional por expreseidente Mauricio Macri condicionan el desarrollo.

Más aún, existe una híper regulación pública y recaudatoria: hay vigentes 148 impuestos, tasas, contribuciones y obligaciones tributarias. Como resultado, la economía sumergida supone un tercio del PBI argentino (28,6%) y la mitad del trabajo es informal. Argentina no ha creado un puesto de trabajo en sector privado en 11 años. Además, se estima que un PBI completo está evadido en el extranjero. La inflación supera el 115%, solo superada por Venezuela en todo el mundo. El dólar, aún con cepo cambiario, está desbocado por encima de los 550 pesos argentinos. Y los índices de pobreza revelan tasas del 43,4% (12,6 millones de personas). En el país de la carne, la gente come polenta y pasa hambre.

Ante esta catastrófica situación, el oficialismo de Unión por la Patria del candidato Sergio Masa ofrece más Estado falazmente Presente, léase ineficientemente subsidiario: es decir, algo así como seguir cavando para salir del pozo. Juntos por el Cambio no tiene un proyecto transformador claro. La desunión entre los favorables al liderazgo de Horacio Larreta y aquellos que optan por Patricia Bullrich anuncia una futura parálisis institucional. Vendrían a ser, en palabras de Javier Milei -economista y divulgador ya diputado de LLA por CABA- un socialismo de buenos y malos modales que te llevan al desastre a distintas velocidades.

He aquí -entre el ofrecimiento de más de lo mismo y la parálisis institucional- donde irrumpen con fuerza los planteamientos libertarios de Milei. Sus propuestas de primera, segunda y tercera generación con objeto de cerrar el Banco Central para bajar la inflación, acompañado de una dolarización que destierre la moneda nacional del "político chorro," así como entrar con la "motosierra" de recortes en la reforma del Estado -que pague la Kasta- para evitar subir impuestos ni crear otros nuevos y en la promesa de bajarlos allá donde se pueda, han causado un terremoto sin precedentes en el tablero sociopolítico argentino.

"La Kasta tiene miedo," un eslogan de rotundo éxito hecho cántico libertario, condensa una visión que no es solo política ni expresa un posicionamiento meramente económico, sino también un planteamiento moral: la verdadera grieta de la decadencia argentina. Esta es la primera vez, dicen muchos argentinos, que acudirán a las urnas a elegir al mejor candidato posible en lugar de resignarse a optar por el mal menor (recordemos que la votación es de carácter obligatorio). Guste mucho, poco o nada, Milei ha generado ilusión especialmente en la juventud y las capas más desfavorecidas, caladeros de votos habituales del peronismo-kirchnerista de los últimos lustros. Sin embargo, el fenómeno Milei tiene además un marcado carácter universitario. La gente bien formada se desprende por derecha enganchándose a los discursos liberales de Milei. Son sabedores que del laberinto se sale por arriba. En suma, los libertarios dominan las redes sociales, llenan las calles y tienen cada vez mayor presencia el los medios tradicionales.

Pareciera que Milei tiene ganada la batalla cultural en Argentina. Hoy su agenda ha sido asumida en mayor o menor grado tanto por el oficialismo como por la oposición. La nueva derecha -término expresado por Agustín Laje- avanza en la toma de posiciones, pero no culmina por el momento con la toma del poder. El mayor error estratégico de Milei sería centrar su discurso para moderarlo, y de hacerlo seguiría con total seguridad los pasos de José Antonio Kast en la segunda vuelta presidencial de Chile, Jair Bolsonaro en su reelección en Brasil y el tándem Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal recientemente en España; si hay algo que las bases de este nuevo perfil político no soporta es la tibieza, cosa que perciben como concesión al estatus quo y traición ideológica. Estas bases reclaman acción, no palabras. Entienden que las palabras se las lleva el viento; y que, por el contrario, para bien o para mal, las acciones quedan plasmadas en sus consecuencias. En definitiva, no quieren más lírica ni versos, claman un liderazgo fuerte con mano de hierro donde -como repite el mismo Milei- “el que la hace, la paga.”

Ante el auge mediático en contra, cada vez más agresivo, la única oportunidad de Milei pasa por mantenerse fiel a sí mismo. Para ello, deberá aclarar las recientes acusaciones efectuadas por su antaño amiga y periodista de la Nación+ Viviana Canosa, quien se descolgaba desvelando una supuesta trama de venta de candidaturas en La Libertad Avanza. Igualmente, y de mayor importancia dado que la justicia ya ha indicado que no encuetra veracidad en la acusación anterior, Milei debe hacer frente a la infiltración en su formación política de candidatos de Masa como, por ejemplo, Pablo Ansaloni en los armados de La Libertad Avanza. Si Milei desatiende estos dos llamados y no los desarticula, La Libertad Avanza podría desinflarse como un globo no tanto para las paso, sino ya para la futura candidatura a la presidencia de la nación, porque, en tal caso, será torpedeado desde dentro.

Desde hace décadas, Argentina es un país llamado deseo. Un deseo de cambio, deseo de mejora de las condiciones de vida, deseo de salir de la pobreza, deseo de erradicar la corrupción, deseo de acabar con la impunidad, deseo por restablecer el estado de derecho, deseo de recuperar la dignidad, deseos frustrados de una república fallida desde su fundación que vuelven a asomarse a la ventana de la historia pidiendo una oportunidad de cambio real. Argentina afronta sus elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) el próximo 13 de agosto. Si bien estas no solucionarán nada, medirá la intención de cara a las presidenciales de octubre: ¿Resistirá el oficialismo peronista, habrá cambio de ciclo con Juntos por el Cambio o se apostará por un cambio de época liderado por los leones libertarios de Milei?