Hace poco más de un mes que emprendimos la tarea de hacer un reportaje especial sobre el 4 de julio, que no es un día que ataña sólo y exclusivamente a los Estados Unidos desde una visión anglosajona, sino que es un día para compartir por y para toda la hispanidad a través de la figura de Bernardo de Gálvez. No fue el único que en aquella Guerra Angloespañola contribuyó con su talento y pericia a que nacieran los Estados Unidos (válgannos Unzaga, Gardoqui, Luis de Córdova y un largo etcétera); pero sí fue un arquetipo cuya localización de nacencia en la aldea de Macharaviaya hace que este pueblo de la Axarquía malagueña sea el único lugar de Europa que tenga como celebración oficial la independencia del país de las barras y las estrellas, siendo precedido del pasacalle que se realiza por las calles del centro de la ciudad de Málaga.
Pude tratar y conocer a gente increíble y vivir momentos fascinantes. Pasa un mes y todavía estoy en una nube de la que no me quiero bajar. Y como me dice Teresa Valcarce Graciani, la responsable con Manuel Olmedo Checa (¡y ambos salen en el reportaje!) de que el cuadro de Gálvez figure hoy en el Capitolio estadounidense, no he de tener prisa por bajarme de esa nube macharatunga y americana.
Todavía queda mucho por hacer con respecto al legado hispano de América, así como de los vínculos americanos presentes en España. Y no hablo sólo a nivel estadounidense, sino a nivel continental; porque como dice mi amigo el gran historiador quiteño Francisco Núñez del Arco, el primer atlantismo fue el hispano. Y en esa batalla cultural estamos.
Ojalá podamos hacer muchos más reportajes especiales sobre esta parte tan bonita y determinante de nuestra historia y que tan injustamente ha estado apartada de nuestro imaginario colectivo.
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