Como bien dice el historiador Jorge García Ruiz (1), parece que con la conquista de Tenochtitlán por parte de Hernán Cortés, se acabó todo y el resto fue poca cosa. Pero más bien fue al contrario: La llamada conquista de México fue mucho más “fácil” que la de los territorios septentrionales.

Habida cuenta de la pesada, embustera y manipuladora leyenda negra contra España (en verdad, contra la hispanidad), estos complejos sucesos históricos generan una serie de controversias alimentadas por presentismos ramplones y batiburrillos ideológicos que nos impiden la correcta comprensión de un pasado que nos atañe a millones de personas a ambos lados del Atlántico.

Además, si algo caracteriza a la leyenda negra hispanófoba es un permanente “juicio moral” que no vemos que aplique al Egipto faraónico, la dinastía Ming, los vikingos, los árabes… Y por supuesto, a ingleses, franceses u holandeses…

Pero bueno, yéndonos a nuestro tema, si bien la sonada conquista de Tenochtitlán no fue sólo arte y parte de españoles europeos (y de soldados africanos como Juan Garrido) (2), sino también de los tlaxcaltecas (que después serían también conquistadores de Filipinas), zapotecas, tarascos u otomíes, el mismo modelo colaborativo con numerosos pueblos amerindios se llevaría mucho más al norte, y no digamos en los Andes, donde gracias al Capitán Perú (3) estamos hablando con propiedad de los incas hispanos.

Con todo, en territorios como Nuevo México, Texas o Arizona, así como en la ruta del Pacífico que atravesó California y que llegó hasta Alaska (4), y no digamos ya con la incorporación de los territorios de la Luisiana, los lindes hispánicos se expandieron en demasía con mucho sacrificio y muy pocos recursos y hombres. Semejante epopeya no ha sido valorada como se debe y todavía menos en nuestro mundo hispánico, pues por desgracia, hemos asimilado la nombrada leyenda negra como si fueran palabras divinas.

No obstante, cierto es que eso está cambiando y que cada vez hay más historiadores interesados en el legado hispánico de los Estados Unidos. En nuestro idioma y en nuestra cultura tenemos la suerte de contar con el mentado García Ruiz, historiador español residente en Texas, concretamente en San Antonio, quien se ha propuesto historiar los muchos años hispanos de la América del Norte a través de la documentación contrastada, sin presentismos ni sesgos interesados.

Ya García Ruiz en su día advirtió sobre el verdadero origen del nombre “Texas”. Ahora, entre misioneros y soldados, sin faltar virreyes, nos dibuja aquella parte de nuestra historia que va constantemente al norte reproduciendo la tradición medieval ibérica de una frontera que se fue agrandando luego de casi ocho siglos de lucha contra el islam y que en América hubo de adaptarse al terreno, contando no sólo con españoles europeos, sino también con criollos, mestizos, negros y mulatos; y por supuesto, con la colaboración de numerosos pueblos amerindios.

Así es la historia de nuestra América, una historia de pactos y alianzas y donde la conquista espiritual llevada a cabo por los frailes y defendidas por los soldados en los presidios y las fronteras fue lo que más y mejor asentó.

No fue un lecho de rosas, pero tampoco fue el supuesto infierno que nos han intentado imponer.

Nuestra historia es compleja y rica y está llena de dinamismo; siendo esto último especialmente visible en el siglo XVIII.

Por ello, hay que leer “Presidio, soldados del rey” y seguir atentos los trabajos de Jorge García Ruiz, pues desde que empezó a dilucidarnos la autenticidad y el porqué del nombre de “Texas” (5), la historia que está escrita en nuestro idioma y con nuestra sangre se nos hace más cercana y comprensible, lo cual nos puede y nos debe ayudar a construir nuestro futuro.

NOTAS

(1)Sobre Jorge García Ruiz:

https://www.youtube.com/@jorgegarciahistoria

https://www.facebook.com/JorgeLuisGarciaRuizHistory

Sobre “Presidio, soldados del rey”:

(2)Sobre Juan Garrido:

(3)Sobre el Capitán Perú:

(4)Sobre la Alaska hispánica:                               

(5)Sobre el nombre de Texas: