Las veinticuatro horas que siguieron el debate presidencial fueron demoledoras para el partido demócrata. El establishment mediático ha soltado la mano al presidente Biden de cara a su reelección. Será difícil que llegue a noviembre. Los norteamericanos prefieren los colmillos bien afilados a una dentadura postiza con sonrisa profident.

“Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo.” Esta frase, usualmente atribuida a Abraham Lincoln, recobró su vigencia tras el primer debate a la presidencia norteamericana del pasado 27 de junio.

Las veinticuatro horas que le siguieron fueron demoledoras para el partido demócrata. Ya pasada una semana, se confirma que el establishment mediático ha soltado la mano del presidente Biden de cara a su reelección. Así será difícil que llegue a noviembre. Basta con hacer una pequeña comparativa de muestreo respecto de lo que se proyectaba hace tan solo tres años para entender que ya no hay vuelta atrás.

Una nación tan joven, paradójicamente acomplejada frente al mundo, necesita creer en algo o en alguien, aunque sea en las palabras huecas de quien los desprecia. Prefieren una mentira, respetuosa o no, a ser confrontados con verdades incómodas; pues, de alguna forma, la sociedad estadounidense ha sustituido exitosamente la realidad por su apariencia. Ello explica la necesidad imperante de elevar personas al rango de ídolos que, luego, poder demoler. Sobran ejemplos más allá del caso Biden, pero no le pondré travas a su imaginación.

Hacer leña del árbol caído supone el gran eslabón del pretendido 'sueño americano.' En el que lo importante es llegar a la cima, aunque después ruedes cabeza abajo empujado por la ambición y los intereses de un tercero. Lo viejo, que antes inspiraban la acción, la perseverancia y el afán de superación individual, da paso a su despiadada demolición a causa de la necesidad de construir un nuevo otro molde generacional, una actualización del espejo sociocultural. Es así como se reaviva y se revitaliza la búsqueda de la excelencia, entendida aquí como motor de productividad económica. Es este el secreto estadounidense mejor guardado frente a otras sociedades más anquilosadas, donde la movilidad social real comparte rasgos con animales mitológicos...

Tal es dicho 'sueño americano,' que no entiende de reglas ni de excusas: todo vale. Su lógica interna es simple: Si no estás dispuesto a sacrificarlo todo para tartar de llegar a la cima, deja paso que ya estorbas, porque eres menos productivo. En consecuencia, si hay algo que la sociedad norteamericana no perdona es la debilidad. A los estadounidenses se les educa desde infantes en la híper competitividad. Ni siquiera basta con ser el primero, hay que ser el mejor y evidenciarlo aplastando al oponente. Da lo mismo si es demostrando excelencia académica, siendo CEO de Amazon o tragando sesenta y seis perritos calientes en el torneo celebrado cada cuatro de julio por el Día de la Independencia, como Joey Chesnuts: "A true American hero" (un verdadero héroe norteamericano).

Tal vez solo haya una cosa que los norteamericanos prefieran al éxito de la competición, la mentira, en tanto y en cuanto que se la vendan como esperanza, porque de esta mezcla de mentiras y esperanza nace su idealismo patriótico. Y es que los norteamericanos, secuestrados por la producción cultural de sus élites dentro una adolescencia perpetua, necesitan oír que son los mejores; porque eso es lo que significa la puesta en práctica del llamado 'excepcionalismo norteamericano:' la capacidad de hacer de lo cotidiano un acto heroico y de lo ridículo y banal, un modo de vida productiva: un mercado donde la debilidad y la vergüenza son erradicadas. Tal modelo, claro está, solo es posible en sociedades infantilizadas, pues convertirse en adulto consiste, en gran medida, en asumir la imperfección disfrazándola de seriedad.

Por ello, respecto de la política, por así decirlo, se podría decir que los norteamericanos prefieren los colmillos bien afilados a una dentadura postiza con sonrisa profident. Al contrario, en el mundo hispano, donde la vergüenza y el sentido de ridículo siguen muy presentes, se opta por situar la lealtad personal sobre el mérito individual: Se prefiere lucir una buena caries o mostrar orgullosamente sonriente su falta de dientes al mundo antes que aceptar la mentira, por muy complaciente que esta pudiera ser. De ahí, por lo general, bien pudieran germinar el tradicional cainismo del hispano del todos contra todos y la dificultad para saber aceptar un cumplido.

Y si tales premisas son ciertas, se podrá preguntar el lector, ¿cómo se explica entonces el incremento exponencial de votantes hispanos (y afroamericanos) por el partido republicano? Es este, sin duda, un asunto complejo difícil de resolver en unas líneas y, sin embargo, podría bastar con la afirmación de que el 'sueño americano' requiere de ser (o, para ser más preciso, de hacerse) más 'americano' que un 'americano;' es decir, requiere de la capacidad de reemplazar la realidad por la apariencia, de asimilarse dentro de una mentira dejando con ello de aceptarse a sí mismo. Y eso no supone, pues, una mentira, sino, muy al contrario, una verdad profunda.

A estas alturas, dado el pánico desatado entre las bases del partido demócrata y sus donantes de campaña, solo una candidatura de Michelle Obama junto a Kamala Harris tendría la capacidad de revertir una derrota previsible. Solo recuperar la fórmula mágica del excepcionalismo norteamericano de vender mentiras como esperanza, devolverá la confianza a sus votantes. En el actual acervo del imaginario woke, solo dos mujeres negras pueden derrotar a un hombre, blanco, cristiano, tradicional y heteronormativo ¿No lo ven? ¡La encarnación del patriarcado opresor en persona derrotado por dos mujeres libres y empoderadas!

Haciendo a un lado el sarcasmo, solo la posibilidad anterior provocaría que los estadounidenses prefirieran aventurarse de nuevo en la fatigosa hazaña de perseguir fantasmas ideológicos que lo evadan de su realidad palpable. Solo dicha candidatura les ofrecería la posibilidad, una vez más, de sustituir sus penurias personales con la apariencia de alcanzar la tan valiosa heroicidad cotidiana ejerciendo el voto con un perrito caliente en la otra mano.

Con todo y con ello, recuerden amigos, no se puede matar a la muerte, por mucho que lo intenten.

Posdata: Feliz cuatro de julio, para quien celebre la independencia de trece colonias angloamericanas… (...aunque sea este algún que otro hispano despistado que, luego, embebido de Leyenda Negra, denueste su herencia virreinal en Hispanoamérica en el empeño de hacerse más 'americano' que un 'americano,' al tiempo que se asimila dentro de la mentira de una apariencia que le impedirá aceptarse a sí mismo).