Posiblemente asoma por el COAC la mejor versión de Antonio Martínez Ares desde su regreso a las tablas del Gran Teatro Falla: un lobo con piel de cordero cuyas penas, por ser gaditano, son de colores.
El pasado martes 9 de enero dio comienzo en el Gran Teatro Falla de Cádiz el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC) en su fase de preliminares. Un carnaval cantado que dura más de un mes hasta llegar a su fase final. En él convergen presente, pasado y futuro con un deseo inalienable de soñar, no con una sociedad mejor, sino más justa. Una sociedad donde (falta hace) se escuche al pueblo.
Un pueblo sin voz es un pueblo sin esperanza de cambio. Por ello Cádiz se empeña en hacer de su carnaval -como cantó Juan Carlos Aragón- su semana más santa: una semana de vindicación y redención del pueblo por y para el pueblo; y con un discurso contestatario que transmite experiencias, ideas y valores populares frente a verdades oficiales manufacturadas desde el poder. En tal sentido, la trimilenaria Cádiz transita por la historia tanto de espaldas al poder como al paso del tiempo para así conservar su esencia subversiva: el carnaval, o lo que es lo mismo, la libertad.
Y es que en Cádiz, más cierto que en ninguna otra latitud, “mientras dura el carnaval no hay otra vida fuera de él. Durante el mismo sólo se está sujeto a sus leyes, es decir, las leyes de su propia libertad … una liberación temporal frente al orden establecido y la verdad prevalente” (Mikhail Bahktin, Rabelais and his World. pp. 7, 10). Y es así que construyen los gaditanos su vida y la historia, desde la experiencia del pueblo: esa que no aparece en los libros, la que se escribe de abajo hacia arriba sin renglones torcidos a golpes de pasodoble.
La sesión del jueves 11 de enero ha sido un gran ejemplo de lo anterior. Antonio Martínez Ares –autor ganador de las dos últimas ediciones del COAC con Los sumisos y La ciudad invisible– ha vuelto a poner bocarriba el teatro con su comparsa La oveja negra. Con forillo negro y juego de luces, “el creador que molesta, el que jamás sigue al rebaño” -tal y como nos recalca en la presentación- nos invita a deleitarnos con su repertorio mientras te apunta con sus versos a las sienes.
Su obra y sus dos pasodobles fueron recibidos por los aficionados con tremenda satisfacción. Sin duda, Martínez Ares evocó el espíritu añejo del más puro carnaval gaditano. Mejor escucharlo.
-A partir de aquí hay un poco de spoiler si no la ha escuchado antes. Si lo prefiere, puede oírlo de boca del propio autor en el vídeo que incluyo al final del artículo-.
Martínez Ares, quien celebra cuatro décadas sobre las tablas desde sus inicios con la comparsa Requiebro, rendía en su primer pasodoble un hermoso tributo a la idiosincrasia gaditana de carnavaleros ilustres que cargaron a cuestas con el histórico estigma del menosprecio de parte de la sociedad hacia los carnavaleros; unas viejas glorias de la fiesta gaditana que muchos consideraron -trayendolo al tipo de la comparsa- ovejas negras.
El segundo pasodoble, en su línea de mostrar la indignación con la sociedad y la garra -síntoma de compromiso- que le caracterizan, lanza un aviso a navegantes como bienvenida a Bruno García, nuevo alcalde de la ciudad. En él, le advierte que su pluma no vacilará y que su guitarra estará apuntando al despacho de la alcaldía desde la estatua de Moret.
Para los cuplés, como es habitual, Martínez Ares conjuga un humor seco que pasa por liviana crítica irónica; con ello hace gala de su filosofía cupletera: "si no sabes hacer reír, larga" (critica). En el primero de ellos aborda la especulación generada en torno al nombre de la propia comparsa, ofreciendo detalles del tipo, para rematar el final con doble sentido acerca de dónde pueden encontrar la oveja negra... El segundo cuplé parte de la mayoría de edad de princesa Leonor y su jura de la Constitución española, para hacer mención a la opacidad y corrupción de la Monarquía, y acabar en crítica al rey Juan Carlos, quien vive hace unos años en Abu Dabi. No encontrán nada de doble sentidos ni sitilezas en este caso.
El estribillo -con el que Martínez Ares suele compensar con holgura las carencias de sus cuplés- refleja el profundo apego del autor por su Tacita de Plata (Cádiz), incluyendo una particular cuenta atrás con elementos gaditanos y rematado -como es tradicional- en forma de piropo: "...tengo todo el universo para soñar despierto con mi Tacita." Destaca aquí la armonía vocal de Fali Vila y Javi Ramírez al principio, y un tremendo juego a tres voces hacia el final. Ya nadie se acuerda de los cuplés.
En el popurrí, además de desarrollar el personaje y su mundo magistralmente, se enriquece con alusiones y guiños musicales a sus propias comparsas como La ventolera (1994), Los piratas (1998) y Los templarios (1999) (otros tres primeros premios de Martínez Ares en el COAC en la década de 1990). Una maraña conceptual difícil de desgranar en el espacio para este artículo. Menciónese al menos la última cuarteta del popurrí, donde expresa la relación de amor-odio por el carnaval para concluir con una esperanza bucólica: "...con lo bonito que era vivir así el carnaval."
En el siguiente enlace puede acceder a la transcripción de letras de la actuación de preliminares: Letras desde el paraíso. También puede escuchar de boca del propio autor sus impresiones del día después, así como el recuerdo que hace el autor de Juan Carlos Aragón Becerra "Capitán veneno" como una de sus referentes y fuentes de inspiración; un amigo y competidor que ha estado siempre presente en su obra desde que este falleciera hace ya cuatro años.