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  • El flamenco como puente entre España y América

    October 26, 2023
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    Una de las grandes problemáticas que siempre se han cernido sobre el flamenco es dilucidar su origen. O más bien, sus orígenes. Porque hablamos de un fenómeno musical que eclosiona con el romanticismo en el siglo XIX y que hasta hace relativamente poco, no había sido sometido a estudios musicológicos y “científicos” como tales, sino que se ha hablado mucho de “oídas”, alienando y tergiversando a través de imágenes más bien deformantes.

    Se nos dice que el flamenco es “oriental”, “árabe”, que lo trajeron los gitanos de la India… Sin embargo, no hay documentación alguna en la que apoyar que Abderramán III bailaba por bulerías o que Almanzor se atreviera por tonás. Tampoco tenemos constancia de que en Hungría, Bulgaria o Rumanía haya músicas parecidas al flamenco. De hecho, el flamenco nace en Andalucía, no en Valencia o en Aragón, donde la población morisca fue más compacta hasta principios del siglo XVII que en buena parte de Andalucía.

    También se nos dice que el flamenco es algo “puro”, “incontaminado”,  “cerrado”, exhibiendo una suerte de “racismo orientalista” contra la mayor parte de la población andaluza.

    Con todo, la realidad va por otro lado, y el flamenco, lejos de ser “puro”, es un arte eminentemente mestizo, originándose de la fusión y el mestizaje de varias corrientes especialmente a través de los puertos que más contactaban con América, esto es, Sevilla y Cádiz; sin desdeñar a Málaga en el siglo XVIII.

    Con respecto al “orientalismo,” el musicólogo marroquí Amin Chaacho señala que ni tan siquiera los moriscos ibéricos exiliados en el Magreb (de los cuales él desciende) hacían música oriental propiamente dicha.

    Asimismo, recordamos que los árabes, en su expansión por el Mediterráneo, tomaron mucho de las culturas que conquistaron, igual que Roma se influyó de Grecia y Egipto, al igual que España no se entiende sin las influencias americanas.

    De hecho, dos de los platos más conocidos de la gastronomía española, como son la tortilla y el gazpacho, no podrían hacerse sin papas o tomates respectivamente; esto es, ingredientes americanos.

    A su vez, los gitanos, y más todavía los gitanos andaluces, lejos de ser una “raza pura” (algo que realmente nunca ha existido), no dejan de haber tenido mucha interacción cultural y hasta sanguínea con castellanos, negros y moriscos.

    Tendemos a visualizar la historia como algo “lineal” e “unívoco”, cuando más bien está compuesta de “redes complejas”. Y es por ello que los hispanos tenemos un problema no sólo con la Leyenda Negra que demoniza nuestra historia, sino también con los malos análisis y las conclusiones equivocadas que se hacen sobre muchos aspectos de nuestro legado.

    Con todo, la Andalucía atlántica tuvo una importancia vital para el barroco, siendo Sevilla denominada como “puerto y puerta de las Indias” por albergar la Casa de la Contratación que regulaba el monopolio comercial con el Nuevo Mundo, atrayendo gente de toda España y Portugal, así como italianos, flamencos, alemanes, franceses… Amén de contar con una importante población negra. Y es en ese contexto que situamos especialmente entre los siglos XVI y XVII, pudiendo identificar en folías, romanescas, jácaras o canarios antecedentes más o menos preflamencos que asimismo trabajarán las guitarras españolas también en otros géneros.

    Además, a lo largo y ancho de la Monarquía Hispánica empiezan a aparecer palabras que denotan desinencias africanas, tales como "fandango", "zambomba", "tango", "zarabanda", "milonga"… Siendo lo afro arte y parte por derecho propio del acervo musical hispánico en general.

    Cabe reseñar que el Diccionario de Autoridades de 1732 define al fandango como “baile introducido por los que han estado en los Reinos de las Indias, que se hace al son de un tañido muy alegre y festivo”. Este “fandango antiguo”, herencia del barroco, es una de las principales bases del flamenco; sin olvidar que ya en el siglo XVII, músicas como la zarabanda y la chacona salen directamente de los puertos americanos para ser imitadas en las principales cortes europeas.  

    Entre los siglos XVIII y XIX, muchos músicos andaluces se nutrirán de ritmos como tangos, habaneras o jarabes, localizados especialmente entre el Caribe y México. En Cádiz, que es donde más rítmica y festiva se hace la música, es especialmente visible esta influencia, desde los tablaos al carnaval.

    Asimismo, del punto cubano nacerá la guajira flamenca; siendo el punto cubano una música que se conserva en las Islas Canarias, y la rumba procede de la guaracha antigua cubana.

    Ya avanzando el siglo XIX, Silverio Franconetti, cantaor sevillano de sangre italiana y que había sido emigrante en el Uruguay, extiende, condensa y consolida el repertorio flamenco a través de los “cafés cantantes”.

    A principios del siglo XX, el cantaor Pepe Marchena creó la colombiana flamenca, pero en verdad, la base fue un corrido mexicano. Y es en esta época cuando se asentarán la vidalita y la milonga, llegadas al repertorio flamenco a través de la Argentina.

    Ya muy avanzado el siglo XX, gracias al guitarrista español Paco de Lucía y al percusionista brasileño Rubem Dantas el cajón peruano se introdujo en el flamenco, constituyendo el enésimo préstamo hispanoamericano de esta música.

    Y en nuestro tiempo, el músico y antropólogo Raúl Rodríguez ha fusionado Andalucía y Cuba con el tres flamenco, instrumento confirmado por el buen hacer del lutier peruano Abraham Ortega.

    Como vemos, la relación entre el flamenco y América nunca ha parado desde hace siglos, retroalimentándose continuamente. Así, la canción “Hoy” del peruano Gianmarco (que también popularizara en su día Gloria Estefan, cubana nieta de españoles) es interpretada por rumbas, al igual que hace años se puso de moda “El pobre Miguel”, interpretado por tangos de Triana, siendo que originalmente es un vallenato del colombiano Rafael Escalona y que en su día versionó el también colombiano Carlos Vives, cantante popularísimo en todo el mundo hispano.

    Para profundizar más en la relación entre el flamenco y nuestra América, amén de acudir a Raúl Rodríguez a través de su trabajo “Razón de son” (1), donde defiende lo afroandaluz, recomendamos muy especialmente la obra “América en el flamenco” del musicólogo Faustino Núñez (2), así como las conferencias y trabajos de José Luis Ortiz Nuevo, Manuel Bohórquez y Norberto Torres, cuyos datos nos hacen comprender mucho más y mejor esta riquísima música que supone una bandera española ante el mundo.

    Y es que el flamenco, lejos de ser “puro”, “hermético” o excluyente, es un puente que nos hermana con muchas músicas hispanoamericanas; una "batalla cultural" muy necesaria en los duros tiempos que corren.

    NOTAS

    (1)”Razón de son” de Raúl Rodríguez:

    https://www.raul-rodriguez.net/razondeson

    (2)Recomendamos seguir los trabajos de Faustino Núñez a través de su página “Flamencópolis”:

    https://www.flamenco.plus/flamencopolis/

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    Autor

    Antonio Moreno Ruiz

    Antonio Moreno Ruiz Nacido en Bollullos de la Mitación (Sevilla, España), en 1981. Historiador licenciado por la Universidad de Sevilla, con máster en Educación Secundaria y especializado en Historia de América. Comunicador y escritor. Amplia experiencia en periodismo, así como en docencia, traducción y proyectos de formación académica y cultural. *Co-fundador de la página “Spanish Heritage” - https://www.facebook.com/spanishheritageamerica *Canal de youtube: https://www.youtube.com/channel/UCoOg_FCNO26MCvzlpHwKBIA
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