En nuestro tiempo, desde Sudamérica a los Estados Unidos, la coordinación de grupos hispanistas (1) está siendo encomiable e invita a cierto optimismo, porque amén de poner en valor nuestra cultura común, se avanza hacia proyectos de más entidad.
Con todo, tenemos que entender y cuidar el término, pues por “hispanismo” o “hispanista” se entendía en tono académico a aquel que estudiaba la lengua o la cultura de España e Hispanoamérica. Era algo que se refería a historiadores, filólogos y disciplinas similares. Sin embargo, en nuestro tiempo palabras como “hispanista” o “hispanismo” nos llevan a la hispanofilia, esto es, al amor por lo hispano, a la defensa de un legado común en lengua, literatura, música, gastronomía… Y en otras tantas expresiones de una cultura cotidiana que tiene muchas más cosas que unen que separan.
Y de lo cultural, podemos ir mucho más allá, pues de eso mismo se desprenden hasta términos geopolíticos.
Pero no podemos calibrar nuestro potencial sino conocemos y, por ende, valoramos, nuestra grandiosa historia; una historia que no es sólo de la España europea, sino que debe ser compartida por todos aquellos que hablamos español; porque al fin y al cabo somos hijos de la misma civilización occidental; la civilización que llevó el Mediterráneo al Atlántico y el Pacífico.
Como bien dice el historiador ecuatoriano Francisco Núñez del Arco, el primer atlantismo fue hispano. Así, en los tiempos de la globalización, los hispanos podemos y debemos aportar nuestra experiencia en la cultura universal; nuestra experiencia en un mundo que no se entendería sin nuestro papel, pues fue gracias a los marinos hispanos y a la forma política de la Monarquía Hispánica que se hizo realidad el mito de la Atlántida y los continentes se acabaron reencontrando y reuniendo.
No sabemos a ciencia cierta cómo será el futuro, pero lo cierto es que no pinta nada bien. No sabemos si los estados nacionales sobrevivirán tal y como los conocemos hasta ahora; más bien parece que se impondrá una política de grandes bloques. ¿Y qué mejor gran bloque que un bloque hispano, cuyo liderazgo podría radicar en los mismísimos Estados Unidos?
Eso sí: Nos falta concienciación. Porque nos falta conocimiento de lo nuestro, de lo propio. Y nos sobran complejos y falsedades impuestas. Nos sobra que otros nos digan qué tenemos que hacer. Nos sobra que otros intenten crearnos mala conciencia. Y nos sobra que no nos hablen en nuestro lenguaje. Por ello, en el siglo XXI el hispanismo puede y debe erigirse como una gran corriente transversal que, desde la batalla cultural, puede influir en otros muchos campos.
Y ello ha de ser entendido no sólo de España hacia América, sino también de América hacia España, porque hablamos de un modo de interacción compleja, de una cultura fascinante, de una conexión increíble. Y es que como bien dice el abogado y ensayista peruano-americano Jeffrey Kihien, España, más que Europa, es Occidente. La hispanidad es Occidente. Por ello, el hispanismo ha de ser vital para el Occidente de nuestro siglo; un Occidente amenazado por el desarraigo, la división, la crispación, la continua crisis, el caos…
Los hispanos de Estados Unidos tienen motivos para unirse y manifestar orgullosamente su comunidad, así como tienen derecho a tener voz y voto propios.
Raro es el territorio de Estados Unidos que no tenga un claro pasado hispánico. Normalmente se suele aludir a Florida, Tejas, California, Nuevo México, Arizona… Pero lo cierto es que estados como Arkansas, Misuri, Utah, y no digamos Luisiana, también tienen un inequívoco pasado hispánico; como hispánica fue la frontera que se extendió hasta la mismísima Alaska.
Es por ello que tanto españoles como hispanoamericanos se congregan cada vez más y mejor en los Estados Unidos y confirman sus raíces comunes; unas raíces que están desde hace siglos en el ADN del país de las barras y las estrellas.
A veces nos llegan supuestos datos acaso exagerados sobre el número de hispanohablantes en Estados Unidos, pero lo cierto es que muchos hispanos acaban perdiendo el idioma familiar y cultural por complejos, como si fuera un idioma subdesarrollado, poco importante, poco práctico… O incluso como si fuera una “lengua cerrada étnica” o algo así. Y la realidad es que el español es la lengua universal que se encumbra a través de la literatura, la ciencia, la filosofía o el derecho, entre otros y que donde más fuerza tiene es en América.
El español es una lengua que, además, a través de la Siete Partidas del rey Alfonso X el Sabio (2) ha servido de fuente de inspiración para las Cortes Supremas de Luisiana, Tejas, Arizona, Nuevo México y California.
No perdamos nunca esta perspectiva: El español no es un idioma recién llegado; está presente en el territorio norteamericano desde el siglo XVI. Ya dijo el presidente Thomas Jefferson, admirador de Miguel de Cervantes: Hay que aprender español porque en español se ha escrito la historia antigua de las Américas.
Así las cosas, no hay un país hispano donde no haya cada vez más hispanistas y Estados Unidos tiende a ser cada vez más hispano y no por una puntual coyuntura de inmigración más o menos reciente, sino porque así es en verdad su historia. Trabajemos, pues, en esa dirección.
NOTAS
(1)Sobre el hispanismo, mencionar a la Asociación Cultural Héroes de Cavite, auténticos artífices de la expansión del hispanismo.
Recomendamos que los sigan en redes:
https://www.youtube.com/@ACHeroesDeCavite