Sound of Freedom (Sonido de libertad) (2023) es una producción poderosa y desgarradora. Con un presupuesto de $14 millones, ha reventado la taquilla estadounidense desde que se estrenara el pasado 4 de julio. En apenas quince días ya ha superado la barrera de los $100 millones y va camino de convertirse en un fenómeno cultural de gran impacto tanto social como político.
El filme dirigido por Alejandro Monteverde supone un viaje al lado más tenebroso del ser humano para denunciar encarnizadamente el crimen organizado de tráfico sexual infantil. Ficcionaliza episodios reales de la vida de Tim Ballard, un ex agente del Department of Homeland Security interpretado por Jim Caviezel que se embarca en una operación encubierta para rescatar niños traficados y abusados sexualmente. Tanto actuación como caracterización son buenas, el ritmo fílmico decreciente, su iluminación y juego de sombras magistrales, el final felizmente previsible, y la banda sonora de Javier Navarrete retuerce las entrañas del espectador. El mensaje es, sin duda, lo más importe. La película es un llamado a la acción que puede desembocar en un movimiento sociopolítico sin precedentes contra un mercado oculto de tráfico sexual y esclavitud estimado en 150 billones de dólares anuales.
Tras los fracasos estruendosos de las controvertidas versiones de clásicos Disney, la producción de Eduardo Verástegui evidencia que hay un mercado tradicional sediento de productos culturales que no está siendo surtido por las grandes productoras. En este sentido conviene recordar que, justo ahora hace un mes, el documental satírico de Matt Walsh What is a Woman (2022) superaba las 180 millones de reproducciones en la cuenta de Daily Wire en Twitter; y que The Super Mario Bros (2023) sin 'casting inclusivo' ha recaudado 1 347 mil millones de dólares en solo tres meses desde su estreno a principios de abril. De tal manera, Angel Studios señala el camino a distribuidoras pequeñas invitándolas a ofrecer contenidos valientes con valores y narraciones tradicionales.
La recepción por parte del establishment mediático ha sido dispar a causa de su inmediata politización. En ese marco, por ejemplo, CNN y Rolling Stone desaconsejaban su visionado cubriendo la producción de Verástegui bajo un manto de conspiración política asociada con QAnon. Tal teoría, surgida hacia 2016 con el Pizza Gate en el foro 4chan, defiende que un grupo satánico y caníbal opera una red de tráfico sexual de niños, y que la élite les ofrece protección e impunidad porque forman parte de ese culto satánico. El salto de la isla de Jeffrey Epstein a la primera plana de todos los medios y su supuesto suicidio en 2019 haría el resto. Sin embargo, el establishment mediático nunca explica que el guion de Sound of Freedom se escribió en 2015 y que la película ya estaba finalizada en posproducción en 2018; también ocultan que la cinta estuvo luego secuestrada por Disney tras su adquisición de Fox y que, posteriormente, esta fue rechazada por la industria de Hollywood, Amazon y Netflix entre otros. La respuesta negativa de todas ellas era simple: "Esta película no es para nosotros."
Ciertamente, no es para ellos una película que muestra un hombre blanco heterosexual fuerte (¡el monstruo opresor posmoderno!), además creyente (¡cómo se atreven!), sin complejos, un padre de familia numerosa que está presente y dispuesto a darlo todo por sus convicciones, un hombre felizmente casado que es apoyado en sus decisiones por su amada esposa, alguien con facilidad para generar complicidad, amistad y de gran capacidad para trabajar en equipo. Quién lo diría, el tradicional viaje del héroe es hoy fuente de opresión para la industria fílmica.
Pero tienen razón. No es para ellos, porque no es un Thriller relativista de entretenimiento vacuo, vacío de mensaje y ausente de compromiso. No es para el Hollywood, Amazon, Disney y Netflix que rinde culto y pleitesía a la ideología de género, para quienes familia, fe y heterosexualidad son entendidas como fuentes productoras de narrativas excluyentes, reaccionarias y tóxicas. No es para ellos, poque no vaya a ser que la gente empiece a pensar y abrir los ojos. No es para ellos porque la industria mainstream antepone ideológicamente el quién al qué, y porque se enredan en el laberinto del cómo en lugar de potenciar el para qué.
No es una película para ellos porque Estados Unidos es el país con más tráfico sexual del mundo, y porque más de 500 000 niños desaparecen al año solo en dicho país. No es para ellos porque más del 50% de las víctimas tienen entre 12 y 15 años, y porque el 27% de las víctimas de la trata de personas son niños. No es su tipo de película porque, diariamente, más de 500 000 depredadores sexuales están activos en línea, y porque más del 80% de los delitos sexuales contra niños comienzan en las redes sociales. No es película para ellos porque el 25% de la pornografía infantil es creada por un vecino o familiar; y porque existen 252 000 sitios web que contienen imágenes o vídeos de niños abusados sexualmente. Nunca será su tipo de película porque la trata de personas es un negocio delictivo empresarial de 150 000 millones de dólares al año en todo el mundo; y porque en el siglo XXI hay más personas esclavizadas en el mundo que cuando la esclavitud era legal.
Sound of Freedom no es para ellos porque el primer paso para erradicar un problema es ser consciente del mismo.
¿Aún te preguntas por qué no quieren que la veas?