Una de las áreas en que la globalización ha tenido una incidencia decisiva durante las últimas tres décadas son los mercados financieros. En ese sentido, el término “globalización financiera” se refiere a la integración de los mercados financieros alrededor del mundo con el objetivo de crear un mercado financiero único y facilitar el flujo de capitales. Entre los principales factores que han impulsado la globalización financiera se encuentra: a) la desregulación de los mercados financieros nacionales, b) la creciente presencia de bancos e instituciones financieras globales, y c) el desarrollo de nuevos instrumentos financieros. Las transacciones transfronterizas de los bancos han sido un vehículo importante de la globalización financiera, especialmente en los países en desarrollo (Claessens, 2017). Al mismo tiempo, la innovación y la integración financieras han aumentado la velocidad y el alcance de la transmisión de las perturbaciones entre las clases de activos y los países (Davies y Green, 2008).
Economistas de la talla de Stanley Fischer y Lawrence Summers, han argumentado que una mayor apertura a los flujos de capital, en general, ha demostrado ser esencial para el nivel de ingreso de las economías. Ciertamente la globalización financiera ha tenido sus ventajas: a) ofrece a los inversionistas mayor posibilidad de diversificar carteras y reducir su exposición al riesgo, b) reduce los costos operativos por la generación de economías de escala, y c) promueve una mayor competencia entre las instituciones financieras, las cuales tenderían a ofrecer tasas de interés más altas a los ahorristas e inversionistas, así como tipos de interés más bajos para quienes solicitan financiamiento.
Sin embargo, la globalización financiera también ha generado dificultades que no deben ser pasadas por alto. De hecho, influyentes economistas como Dani Rodrik, Jagdish Bhagwati y el laureado Joseph Stiglitz consideran que los flujos de capital sin restricciones pueden ser perjudiciales para la estabilidad financiera global, por lo que las autoridades nacionales deben estar dispuestas a implementar controles de capitales y otras restricciones al comercio internacional de activos, de ser necesario. Ciertamente, la globalización financiera ha generado una mayor complejidad en los mercados no solo por la multiplicidad de actores y entes reguladores, sino también por la cantidad y creciente sofisticación de los productos financieros. Otro aspecto que podría considerarse negativo de este fenómeno es el aumento de la probabilidad de contagio de crisis financieras. Esto representa un reto mayor para los organismos reguladores y supervisores en su tarea de establecer normas de aplicación global y controlar los flujos de capitales transfronterizos.
La profunda interdependencia entre los sectores financieros de los países avanzados y, en menor medida, de los mercados emergentes ha sido estimulada por los gobiernos que han eliminado sistemáticamente las barreras a los flujos de capitales. Sin embargo, la crisis financiera global de 2008-09 fue un poderoso recordatorio de que la regulación y supervisión inadecuadas en los países desarrollados tiene repercusiones globales significativas. Por ende, el fortalecimiento de la cooperación regulatoria internacional es fundamental para mantener la estabilidad financiera. Un sistema financiero se considera estable cuando facilita la asignación eficaz de los recursos económicos. En consecuencia, preservar la estabilidad financiera se ha fortalecido en un objetivo de política económica cada vez más prioritario para los bancos centrales alrededor del mundo y los organismos internacionales.
Riesgo de Contagio
En episodios de crisis financiera, se observa con frecuencia un aumento significativo en la correlación entre mercados que va más allá de lo que pueden explicar los fundamentos macroeconómicos. Este fenómeno, a menudo denominado “contagio”, tiene serias implicaciones para los reguladores nacionales. Según el economista Larry Summers, el contagio financiero es un fenómeno propio de la globalización y un reflejo del auge de la tecnología de la información.
En general, la literatura económica afirma que un mercado perfectamente globalizado elimina el contagio porque permite a los inversionistas diversificar sus portafolios más eficientemente. Sin embargo, es más probable que se produzca contagio financiero cuando los niveles de integración son incompletos. De acuerdo con la teoría económica, si la correlación entre los mercados es demasiado alta, la globalización puede acabar con el contagio. Sin embargo, en el ambiente de “desglobalización” paulatina que experimenta la economía mundial desde la crisis financiera internacional, se genera una mayor segmentación mercados, dando lugar a un aumento de los riesgos característicos de cada mercado y a un aumento de los costos de transacción. Por ende, menos globalización podría significar mayor contagio con mayores repercusiones para los inversionistas, los mercados y, por ende, las economías en general.
El desafío para los reguladores es lograr un nivel de coordinación que permita aprovechar al máximo las oportunidades, minimizando los riesgos y garantizando que el sistema financiero esté preparado para hacer frente a los flujos de capital extranjero y los choques externos. En este sentido se necesitan políticas más integrales para la gestión de riesgos del sistema financiero. A medida que la globalización financiera avanza, los gobiernos tendrán menos instrumentos de política para incidir sobre el sistema financiero de forma determinante, por lo tanto, es fundamental promover una efectiva coordinación de la política financiera internacional.
Coordinación Regulatoria Internacional
Luego del colapso de Bankhaus Herstatt en Alemania en la década de 1970, las autoridades de los países con los principales centros financieros del mundo (Nueva York, Londres, Hong Kong, Tokio y Frankfurt) iniciaron un proceso de creciente coordinación regulatoria que condujo a la creación del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, comúnmente conocido como el «Comité de Basilea”, para reducir el riesgo de contagio financiero con el crecimiento de la banca transfronteriza y abordar el arbitraje regulatorio por parte de grandes bancos con actividad internacional (Aikman et al., 2018; Kapstein, 1989). El Comité de Basilea desarrolló una serie de normas prudenciales para la regulación de los bancos con actividad internacional que son las que regulan el funcionamiento del sistema financiero global (Basilea I en 1988, Basilea II en 2004 y Basilea III a partir de 2010).
Sin embargo, la naturaleza de la profundización de la interdependencia financiera ha sido altamente asimétrica entre los países desarrollados y los mercados emergentes y en desarrollo. Los activos del sector financiero siguen concentrados en unos pocos países, con Estados Unidos en una posición preeminente, y a medida que se intensifica la interdependencia entre el “centro” y la “periferia”, los movimientos del mercado en el centro financiero tienen efectos sustanciales en los mercados financieros de la periferia. En general, una reducción de la demanda de capital en el centro genera bonanzas de entradas de capital en la periferia y crisis bancarias cuando una mayor demanda en el centro hace que estos flujos se reviertan. De manera similar, dado que los países considerados centrales albergan los bancos más grandes del mundo, por ende, las decisiones regulatorias en el centro dan forma al comportamiento mundial de estos actores, afectando los mercados financieros en la periferia.
Sin embargo, la distribución desigual del poder estructural en el sistema financiero mundial limita la medida en que pueden actuar las autoridades nacionales de los países periféricos. Las autoridades reguladoras nacionales en los países pequeños, particularmente aquellos con sectores financieros incipientes, a menudo buscan atraer capital internacional, mantener (o alcanzar) calificaciones de grado de inversión de las agencias calificadoras internacionales y mantenerse en buenos términos con las instituciones financieras internacionales. En tales contextos, enfrentan una fuerte presión para adaptarse a los intereses de los actores financieros internacionales, lo que ayuda a explicar el mantenimiento de cuentas de capital abiertas por parte de muchos países periféricos y la convergencia en los estándares financieros internacionales. En este contexto, si bien hay cierto margen de maniobra a nivel nacional, la política de poder de la interdependencia altamente asimétrica restringe severamente el rango de opciones de política que pueden seguir las autoridades nacionales en los países periféricos.
Esto sucede con la implementación de estándares internacionales para combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo (AML/CFT) que sin dudas tiene importantes beneficios de interés público para los países industrializados y en vías de desarrollo por igual. Sin embargo, las normas y su implementación no siempre han reflejado los intereses de los países en desarrollo. Los requisitos del régimen AML/CFT, según lo establecido por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI o FATF, por sus siglas en inglés), apuntaban a elevar los estándares internacionales, colocando a los países no cumplidores en la lista gris o negra del GAFI, la cual conlleva serios costos de reputación que afectan tanto a los mercados de capital como al sistema bancario. Por ende, es fundamental fortalecer la voz de los países en desarrollo y las economías emergentes en el establecimiento de estándares financieros globales ampliando y fortaleciendo los canales institucionales de consulta y fomentando la colaboración entre los reguladores de los países en desarrollo.
Innovación Financiera
La innovación tecnológica y la entrada de las grandes empresas tecnológicas al mercado financiero están contribuyendo al surgimiento de nuevos servicios financieros que tienen el potencial de llegar a consumidores en múltiples jurisdicciones alrededor del mundo. En la última década, el desarrollo de tecnologías como el Blockchain, el internet de las cosas (IoT), la red 5G, la inteligencia artificial entre otras, han facilitado y en algunos casos, revolucionado, muchos procesos de la banca tradicional. En el caso particular del Blockchain, sus objetivos principales son mejorar la seguridad de la información, disminuir el tiempo de validación de las operaciones y reducir al mínimo los costos de transacción.
Dentro de esta nueva gama de oportunidades de negocio en el proceso de globalización financiera se encuentran las Fintech, que no son más que empresas de tecnología financiera dedicadas a proveer servicios usando herramientas tecnológicas. La proliferación de las Fintech ofrece mayor accesibilidad a los consumidores, lo cual se traduce en un aumento de la población bancarizada y por ende una mayor inclusión financiera. El uso intensivo de la tecnología aplicada a las finanzas ha permitido a las Fintech ofrecer optimizar el tiempo de los procesos y ofrecer una creciente variedad de servicios a un menor costo.
Si bien es cierto los hacedores de políticas y los reguladores reconocen los beneficios de esta revolución digital, también están conscientes de la tecnología aplicada a las finanzas también genera importantes retos regulatorios. De hecho, los principales desafíos de la regulación Fintech en todo el mundo están asociados a las dificultades de introducir nuevas tecnologías financieras en el marco regulatorio actual. Hasta el momento, se verifica un rezago importante entre la legislación existente y los nuevos productos, herramientas y servicios tecnológicos ofrecidos en el mercado.
También es importante destacar que cada nueva solución Fintech conlleva no solo oportunidades sino también amenazas. Según el Banco Mundial y el Centro de Finanzas Alternativas de Cambridge (CCAF), los proveedores de Fintech enfrentaron un aumento importante en los ataques cibernéticos durante la pandemia. Por ende, la regulación de las empresas de Fintech debe ser una herramienta poderosa para prevenir ataques, mientras que al mismo tiempo debe satisfacer las necesidades de los actores del mercado. A la luz de esta realidad, algunos economistas han propuesto la creación de un organismo global de establecimiento de estándares compuesto por reguladores bancarios de jurisdicciones donde los servicios financieros digitales desempeñan un papel importante en la intermediación financiera.
Bibliografía: