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  • No: Los hijos no son de la tribu

    June 30, 2023
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    La batalla de hoy es cultural, la lucha de mañana volverá a ser espiritual, pero la guerra de siempre ha sido antropológica.

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    Hoy, uno de los frentes abiertos de la batalla cultural en occidente gira tanto en torno a la educación sexual de los niños a edades tempranas como a las llamadas terapias de reafirmación de género y reasignación de sexo. Los padres defienden frente a los legisladores el derecho de la familia de educar a los hijos acorde a sus valores. Primero lo denunciaron en las redes sociales con los hashtags #DejadALosNiñosEnPaz y #LeaveOurKidsAlone, luego inundaron las reuniones de juntas escolares para protestar contra la sexualización curricular que creen, cuando no adoctrinamiento, al menos, inapropiado; ahora, han empezado a tomar también las calles y se intuye una escalada en el conflicto.

    A mediados de junio de este 2023, en Glendale School (California), se registró el primer choque con violencia entre padres que defienden la libertad de enseñanza para sus hijos con la auto exclusión voluntaria del currículo y otras personas que pretenden forzar la obligatoriedad curricular para todos los niños –sin consentimiento parental– en nombre de la inclusión y la diversidad sexual.[1]

    Hace poco más de un año, el 27 de abril de 2022, Biden afirmaba en su discurso que “No hay niños de otros. Son como los tuyos cuando están en un aula.”[2] Recientemente, ha insistido: “Estos son nuestros niños.”[3] Muy lejos de suponer una particularidad de la política estadounidense, tal aseveración asume un planteamiento político compartido por el progresismo globalista respecto al papel de los padres en la familia y de esta en la sociedad occidental. En Canadá, por ejemplo, el “Proyecto 89” sustituyó la “Ley de Servicios a la Infancia y la Familia” y sitúa la identidad de género como un factor esencial en la educación de los niños. La ley permite arrebatar la patria potestad sobre sus hijos si se niegan a terapias de reafirmación de género y reasignación de sexo. Además, la ley concede a las agencias gubernamentales la potestad para prohibir la adopción a aquellas parejas canadienses que se opongan a dicha premisa.[4]

    Al otro lado del Atlántico, en España, la entonces ministra de Igualdad Irene Montero defendía ya en 2020 que “Los hijos no pertenecen a los padres de ninguna manera,”[5] y en 2023 insistiría en que “La educación sexual es un derecho para todos los niños, niñas y niñes aunque sus padres no quieran que lo tengan.”[6] De igual manera, en Francia se quitará la patria potestad a los padres que se opongan al cambio de sexo de sus hijos.[7] La reacción en defensa de la garantía parental sobre la educación de los hijos no se ha hecho esperar a lo largo y ancho de occidente tanto en la sociedad civil como en la esfera política.

    Pero, ¿de dónde vienen estas ideas? ¿hay precedentes? ¿a quién ‘pertenecen’ (léase ‘quién decide por’) los hijos menores de edad? Aquí es donde comunismo y progresismo –como mano de obra barata del gran capital globalista en occidente – se dan la mano.

    No. No es una teoría de la conspiración de padres histéricos y prejuiciosos. En su libro Familia y comunismo (escrito en 1921 y publicado en 1937), la revolucionaria bolchevique Alexandra Kollontai (1872-1952) reflexionaba sobre el futuro de la familia y se preguntaba si esta mantendría su estructura en un Estado comunista.[8] La cuestión, decía, atormentaba a la mujer proletaria. El divorcio –hasta aquel entonces regido por la Iglesia e indisoluble ante los ojos de Dios– dejaba de ser un privilegio burgués y, con ello, “esas mujeres que no comprenden todavía que deben acostumbrarse a buscar y a encontrar ese sostén en otro sitio, no en la persona del hombre, sino en la persona de la sociedad, en el Estado.” De tal forma, a través del divorcio, el Estado comenzaba el vaciado estructural de la familia, entendido por Kollontai como “toda esa anticuada morralla que hemos heredado de la maldita época de servidumbre y dominación, que era la característica de los terratenientes y capitalistas.” Bajo esa mirada de clase, nace una retórica romántica y emancipadora de la opresión que ejerce la familia sobre la mujer.

    Si el divorcio abría la ventana de oportunidad al Estado comunista para intervenir en la estructura familiar, el trabajo asalariado de la mujer proletaria provocaría el vaciado funcional de la familia, antes productiva y, ahora, un obstáculo para el desarrollo industrial. Kollontai supo ver cómo “Cuanto más se extiende el trabajo asalariado de la mujer, más progresa la descomposición de la familia… la familia es cada vez menos necesaria a sus propios miembros y al Estado. Las viejas formas familiares se convierten en un obstáculo.” Dicho de otra manera, los intereses de la familia y los intereses del Estado se contraponen y están abocados a entrar en conflicto permanente por la necesidad expansiva del capital. “La familia actualmente –advertía– consume sin producir… El trabajo del ama de casa reporta cada día menos utilidad, es cada vez más improductivo.”

    Antes, en un sistema patriarcal donde el marido era el único sujeto político con derecho a voto, los intereses del Estado y los de la familia eran congruentes y permanecían alineados productivamente. Los avances del divorcio, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y su nuevo estatus de sujeto político con derecho a voto, contribuyeron a desmembrar la funcionalidad productiva de la familia para el Estado. Y, sobre este último, empezarían a transferirse todas las funciones tradicionales de la mujer y la madre, y las productivas de la familia, entre las que se encuentra la educación.

    Mujer grita durante una protesta en Sarasota (Florida) donde el gobernador Ron DeSantis impulsa cambios en la política educativa. (Rebecca Blackwell/Foto AP).

    Las fábricas, primero, desposeyeron a la mujer de su rol productivo en el seno de la familia y el Estado, después, usurpó la función educativa de la familia. En tal sentido, Kollontai anticipaba que “Bajo el régimen capitalista la instrucción del niño ha cesado de ser una obligación de los padres.” Y ya liberada del yugo del hogar, se preguntaba: “¿Qué quedará de la familia cuando hayan desaparecido todos estos quehaceres del trabajo casero individual? Todavía tendremos que luchar con el problema de los hijos. Pero en lo que se refiere a esta cuestión, el Estado de los Trabajadores acudirá en auxilio de la familia, sustituyéndola.” Para Kollontai –como para Biden y el progresismo globalista hoy– la última de las liberaciones del yugo familiar era la maternidad, por lo que los hijos debían pasar a ser de la tribu:

    ¿Todo esto no demuestra suficientemente que el niño sale ya del marco estrecho de la familia, pasando la carga de su crianza y educación de los padres a la colectividad?… la sociedad burguesa tiene miedo de ir demasiado lejos en lo que respecta a considerar los intereses de la clase trabajadora, y mucho más si contribuye de este modo a la desintegración de la familia... Desde ahora, la madre obrera que tenga plena conciencia de su función social, se elevará a tal extremo que llegará a no establecer diferencias entre ‘los tuyos y los míos;’ tendrá que recordar siempre que desde ahora no habrá más que ‘nuestros’ hijos, los del Estado Comunista, posesión común de todos los trabajadores.

    Para atajar el llamado “problema de los hijos” anunciado por Kollontai, el progresismo globalista propone abortarlos o mutilarlos (sinónimo de esterilización y eugenesia) hasta que, más pronto que tarde, la industria transhumanista desarrolle granjas de úteros humanos artificiales.[9] Con ello se habrá transferido al Estado y la industria la última de las herencias tradicionales de la familia y se dará cumplida la promesa de liberación total de la mujer, para –ya desposeída de su propia naturaleza– ser reabsorbida como fuerza productiva, indistinta y emasculada en beneficio de un gran capital transnacional en nada distinto del antaño Estado comunista soñado por Kollontai.

    Si la retórica comunista de Kollontai versaba sobre la emancipación proletaria frente al yugo de una familia patriarcal y capitalista para gestar un Estado comunista, el progresismo de hoy reintroduce la misma problemática de liberación del cuerpo por la puerta de atrás en las democracias liberales bajo lemas y proclamas nobles.

    En aquel entonces, predecía Kollontai, “La bandera roja de la revolución social que ondeará después de Rusia en otros países del mundo proclama que no está lejos el momento en el que podamos gozar del cielo en la tierra…” Hoy en día, la bandera roja que promete ese paraíso terrenal se ha teñido de colores. Sin embargo, ambas banderas dejaron de servir hace mucho a los intereses de quienes dicen representar.

    Las élites capitalistas han secuestrado las luchas más nobles y de las minorías –póngale usted el nombre– en beneficio de una agenda globalista propia y oscurantista. El progresismo –convertido en caballo de Troya– se encarga de legitimar y allanar el camino para el gran capital globalista en la conquista de la última frontera corporal que entrelaza la familia: la externalización reproductiva a corporaciones de úteros artificiales con objeto de planificar y controlar la natalidad y el ritmo de crecimiento poblacional. La batalla de hoy es cultural, la lucha de mañana volverá a ser espiritual, pero la guerra de siempre ha sido antropológica.


    [1] Véase “Parents clash over LGBTQ+ books at MCPS board meeting.” Fox News. 12-5-2023.

    [2] Léase “Remarks by President Biden at the 2022 National and State Teachers of the Year Event.” White House, 27-4-2022.

    [3] Accédase a “Biden condemns wave of state legislation restricting LGBTQ+ rights, says ‘these are our kids.’” AP News. 8-5-2023.

    [4] Véase “Canadá quitará la custodia a los padres que se opongan a la agenda LGTBI.” Actuall, 4-6-2017.

    [5] Léase “El Gobierno se vuelca contra el pin parental: ‘Los hijos no pertenecen a los padres de ninguna manera.’” El Mundo. 17-1-2020.

    [6] Véase “Irene Monetero: La educación sexual es un derecho para todos los niños, niñas y niñes aunque sus padres no quieran que lo tengan.” ABC. 11-5-2023.

    [7] Léase “Francia quitará la patria potestad a los padres que se opongan al cambio de sexo de sus hijos.” El Debate. 27-1-2022.

    [8] Se puede acceder al texto completo en el sitio web Marxist.org

    [9] Véase “Granjas humanas con cientos de úteros artificiales: ¿serán así los embarazos del futuro?” Muy Interesante. 14-2-2022.

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    Autor

    JM. Persánch

    No edifica pensamiento desde ninguna trinchera. Doctorado por el Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte en la Universidad de Cádiz y PhD por the University of Kentucky en Estudios Hispánicos. Hoy es profesor con amplia experiencia, investigador reputado, conferenciante y analista. Le interesa comprender cómo operan las estructuras de diferenciación y cómo se perpetuan los procesos de legitimación en sociedades contemporáneas. Editó el primer dossier académico aparecido sobre blanquitud hispana en el ámbito de los estudios hispánicos. Ha publicado extensamente sobre el asunto, así como acerca de temas raciales, étnicos, y afrohispanos. Igualmente trabaja temas de inmigración, género, políticas identitarias y fantasmática. Entre otros proyectos, está trabajando en dos libros. Es amante del carnaval de Cádiz.
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