-Por: Dr. Frank Fuentes Brito
A pesar de sus diversos usos y significados, existe el consenso de que el término “globalización” describe la creciente interdependencia de las economías, culturas y poblaciones del mundo, provocada por el comercio internacional, la migración, los flujos de capitales, y el avance tecnológico. A menudo se considera que la globalización es un fenómeno reciente impuesto por las economías desarrolladas o por los organismos internacionales. La realidad es que la globalización es una tendencia que data de hace más de un siglo, impulsada por los beneficios del comercio y la cooperación internacional.
Como se muestra en el gráfico, se entiende que la primera etapa de la globalización abarca entre 1870 a 1914, impulsada por la aparición del barco de vapor y otros avances tecnológicos que facilitaron el traslado de mercancías de forma más barata y eficiente entre los mercados. Sin embargo, entre el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, la segunda etapa de globalización se caracterizó por el proteccionismo, la inestabilidad económica, las restricciones migratorias, y por supuesto por la Gran Depresión. En una tercera etapa que incluye las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la integración económica repuntó impulsada por el acuerdo de Bretton Woods bajo el liderazgo de Estados Unidos, aunque con un alcance limitado por la Guerra Fría y el relativo aislamiento de gran parte de los países en desarrollo de América Latina, Asia y África. En una cuarta etapa, que abarca desde el inicio de la década de 1980 hasta la crisis financiera global, la integración económica global alcanzó una escala sin precedentes con la caída del bloque soviético, la liberalización económica liderada por China e India y los cambios tecnológicos.
Sin embargo, sabemos que no todos los países han obtenido resultados favorables de la globalización. En su libro Globalization and its Discontents de 2002, el premio Nóbel en Economía Joseph Stiglitz presentó una dura crítica de la globalización centrándose en los resultados de las políticas del FMI y las tendencias del mercado global que han contribuido a ampliar la desigualdad entre las economías avanzadas y los países en desarrollo. Hoy es evidente que una gran parte de la población mundial, especialmente en África, Asia, América Latina y el Medio Oriente, no se ha beneficiado a plenitud del prometido progreso económico. Por el contrario, muchos han experimentado una profundización de la pobreza, la desigualdad y la exclusión, que constituyen caldo de cultivo para la inestabilidad social, la delincuencia y el terrorismo.
“Slowbalization” y fragmentación
De hecho, la globalización enfrenta hoy uno de sus episodios más inciertos. El proceso denominado como “Slowbalization”, o su traducción más cercana al español la “Despacialización”, describe a la globalización en su quinta etapa (desde 2008 hasta la actualidad) caracterizada por una gradual y sistemática ralentización del comercio mundial y el debilitamiento del apoyo político a la apertura comercial en medio de las crecientes tensiones geopolíticas (Aiyar e Ilyina, 2023).
El avance del nacionalismo proteccionista y conservador también ha jugado un papel determinante en la desglobalización. Esto se refleja en eventos disruptivos como el Brexit en Inglaterra y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Este movimiento, que en muchos casos asume concepciones ultraderechistas xenófobas, es una respuesta directa al auge de la globalización y al descontento de segmentos sociales que procuran proteger empleos, mercados y empresas nacionales frente a la competencia exterior. Su influencia, en buena medida, ha desincentivado el apoyo político a la firma de nuevos acuerdos de libre comercio, a la migración y hasta el consumo de productos importados.
Asimismo, la pandemia del COVID-19 que provocó una contracción económica sin precedentes por el cierre de las fronteras y la imposición de restricciones internas, forzó a los gobiernos a tomar medidas deliberadas que también han exacerbado la tendencia hacia desglobalización. Según una encuesta realizada por la firma Ernst & Young en 2022, la pandemia tuvo importantes efectos negativos en las cadenas de suministros al reducir o incluso detener temporalmente el flujo de materias primas y productos terminados. La experiencia durante la pandemia ha reforzado la idea de la necesidad de prohibir o desincentivar el comercio de productos considerados esenciales como equipos médicos y de protección personal, así como de productos farmacéuticos como medida para precautoria contra una futura pandemia.
Los riesgos de desglobalización también han aumentado notablemente desde la invasión Rusa a Ucrania. Es evidente que la imposición de múltiples sanciones económicas contra Rusia y la ruptura gradual de relaciones comerciales con Estados Unidos, Europa y Japón han provocado una profunda crisis en la economía rusa. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha vuelto a dividir el mundo en dos bloques, asestándole un duro golpe al comercio mundial, al menos en el corto plazo. Ante este escenario, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, afirmó que muchos de los cambios que percibimos todavía como coyunturales han venido para quedarse y cree que en la nueva economía desglobalizada el comercio, la producción y el intercambio se realizarán principalmente con estados considerados “amigos”. Este nuevo “paradigma” que ha sido bautizado como “friendshoring”.
En adición, la relación comercial entre las dos principales economías del mundo, Estados Unidos y China, se ha empantanado producto de la desconfianza, los problemas de seguridad, la posición de China con respecto a Rusia y las disputas relacionadas con Taiwán. Las tensiones entre ambos países han debilitado el comercial mundial generando un creciente desacoplamiento entre las dos economías que ha debilitado su integración e interdependencia.
Finalmente, el avance de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la Organización de Cooperación de Shanghái (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, India, Pakistán e Irán) es otro elemento con alto potencial disruptivo para la globalización. Estos bloques consideran a la hegemonía occidental liderada por Estados Unidos como una reliquia del pasado y pretenden formar un “mundo multipolar” en el que varios países desempeñen funciones de liderazgo mundial. Ante esta realidad, es imposible pretender que los Estados Unidos, Europa y Japón consientan tranquilamente ser desplazados de su rol dominante. Por tanto, es de esperarse que la lucha de poder geopolítico se intensifique.
Punto de inflexión
Aunque la globalización no está muerta, ni en cuidados intensivos, es indudable que la economía mundial se encuentra en un punto de inflexión en su historia producto del creciente temor a la interdependencia. La retórica dominante entiende que ese temor eventualmente motivará a los países a replegarse de forma paulatina y selectiva del escenario internacional.
Un claro ejemplo de esto es la evolución del comercio entre Rusia y la Unión Europea. Antes de la invasión de Rusia a Ucrania, los países europeos importaban el 37% de su gas natural desde Rusia. Desde el inicio de la guerra, Europa ha reducido este porcentaje a más de la mitad, respaldada por un aumento de la generación local de energía eólica, solar y de carbón y una mayor importación de petróleo y gas desde Estados Unidos. A poco más de un año después de la invasión, los ingresos fiscales procedentes del petróleo y el gas del gobierno ruso han caído casi dos tercios y no se vislumbra que Rusia pueda recuperar esos mercados en el futuro.
Por tanto, este giro gradual y sistemático hacia el proteccionismo que experimenta la economía mundial, aunque no significa el fin de la globalización, tiene el potencial de desacelerar el crecimiento mundial con importantes consecuencias para la convergencia y la reducción de la pobreza. En este escenario, los países en desarrollo son particularmente vulnerables por su alta dependencia de las economías avanzadas en materia de comercio bilateral, flujos de inversión extranjera y acceso a financiamiento.
Bibliografía:
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