Por: Antonio Moreno Ruiz
Cuando desde el mundo hispano nos dirigimos a los Estados Unidos, pensamos automáticamente en un país “anglosajón”, cual suerte de “prolongación inglesa”. No obstante, cabe cuestionarse esta afirmación, porque la historia y su influencia en la realidad y la identidad va por otro lado.
Si bien es verdad que a los “colonos” y sus descendientes de aquella franja atlántica se les llamaba “angloamericanos” hasta el siglo XIX, la evolución y los acontecimientos que se han ido sucediendo nos hacen cuanto menos dudar de que esto sea así. Ello por no mencionar el pasado hispánico y hasta francés de los actuales Estados Unidos, lo cual va en aumento conforme se indaga desde la Guerra de México a 1898, donde a muchos hispanos los atravesó la frontera.
Con todo, ¿qué sería de los Estados Unidos sin las enormes migraciones de europeos y también de asiáticos? Más que los anglosajones, fueron los centroeuropeos quienes fueron configurando el mapa del país, sin olvidar a los descendientes de africanos y otras muchas etnias que hacen del país de las barras y las estrellas un auténtico calderón de mestizaje, siendo los descendientes de británicos un porcentaje mínimo.
Atendiendo a la realidad, como hispanos, deberíamos replantearnos nuestra visión acerca de los Estados Unidos. De hecho, muchos descendientes de hispanos acaban abandonado nuestro idioma, un idioma que fue americano y universal antes que el inglés, permaneciendo en el territorio norteamericano desde el siglo XVI; el mismo idioma que se ha mantenido ininterrumpidamente en Nuevo México desde finales del XVI/principios del XVII y en Luisiana desde el XVIII. Y lo acaban abandonando por desidia o desconocimiento, como si fuera un idioma “étnico-exclusivo” o “extraño” a la tradición cultural norteamericana, cuando nada más lejos hay de la realidad, porque los hispanos tenemos un protagonismo propio en el bagaje cultural de esta nación desde antes de su independencia, mas la misma independencia tampoco se explica sin esa hispanidad que comandó Bernardo de Gálvez con victorias tan rotundas como la de Pensacola. Sin aquella armada invencible de soldados de los actuales países de España, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, México, Costa Rica, Venezuela o Perú, los cuales lucharon juntos para derrotar a los ingleses, el país de las barras y las estrellas nunca habría visto la luz como tal. Por ello, tenemos que reivindicar lo nuestro sin complejos en todos los sentidos, porque sin batalla cultural no hay batalla política posible y al menos Francia se ha preocupado más y mejor de potenciar su legado, mientras que España, los países hispanoamericanos y los propios hispanos estadounidenses seguimos sin actuar en consecuencia, cuando tanta promisión hacia el futuro tendríamos desde nuestra identidad compartida.
Así las cosas, vale la pena replantearse esa “visión anglosajona” de los Estados Unidos, porque de ahí salen muchas claves.