*Imagen: "Españoles en el Colorado", cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau
-Por Antonio Moreno Ruiz
La palabra “country” evoca tanto a “país” como a un genuino acervo cultural que hunde sus raíces en el mundo agropecuario y en las músicas que se derivan de aquella inmensidad. Es una marca estadounidense que se ha esparcido por el mundo a través del cine y la publicidad. No obstante, cabe preguntarnos si de verdad conocemos el country como deberíamos, puesto que no en vano, los caballos mustangs proceden de los caballos mesteños, al igual que las famosas vacas tejanas long-horn proceden de las vacas mostrencas. Y tanto mesteños como mostrencas proceden de Doñana, esto es, de las marismas del Guadalquivir, de la Andalucía atlántica que se enseñorea como suroeste de la Península Ibérica.
Muchas tierras de los actuales Estados Unidos pertenecieron al virreinato de la Nueva España y también cabe mencionar cómo en 1763 se incorporó a la Monarquía Hispánica el vastísimo territorio de la Luisiana, que no es el actual estado del sureste de Estados Unidos, sino que en verdad era el camino francés hacia el Canadá. Si bien la Luisiana ya tenía contacto con las Antillas españolas y con México, en este periodo clave que conecta los siglos XVIII y XIX aumentó exponencialmente, creándose una conexión muy especial entre Nueva Orleáns, Veracruz y La Habana, por donde entran y salen ritmos. Gracias al musicólogo español Faustino Núñez (1) sabemos que alguna relación hay con las músicas de Luisiana, pues como admitió Jerry Rol Morton, había que darle un “toque español” para que el jazz sonara más auténtico. No en vano en la primera grabación de jazz participó Alcide Nunez, descendiente de canarios que se afincaron en Luisiana en el último cuarto del siglo XVIII, en tiempos de Carlos III; época donde gracias a la Monarquía Hispánica se pudieron asentar en la zona muchos francocanadienses que habían sido expulsados por los ingleses.
Y si nos centramos en la cultura de Luisiana, nos vendrá palabra “cajun”, esto es “acadiano”, tal y como se reconocían estos francocanadienses, resulta que la primera grabación de música cajun fue hecha por Joe Falcon, descendiente de isleños canarios al igual que Alcide Nunez.
También hay sus debates sobre si el plato conocido como “Jambalaya” tiene que ver con la paella. Con sus aspectos más o menos contemporáneos, sin duda en los sabores también se ve cierto aire de familia.
Si nos ceñimos al acervo folclórico de muchos estados del sur y del suroeste, vemos esa afinidad para con la música mexicana y el estilo de vida del charro, que también nos lleva al llanero de Venezuela y Colombia, al chagra ecuatoriano, el chalán peruano, el huaso chileno y el gaucho de Argentina, Uruguay y Brasil. No es de extrañar el predicamento que tiene el country en el sur de Brasil o en Oxapampa (Perú), motivado por una forma de vida común.
Con todo, Francia recuerda y promueve más su herencia en los Estados Unidos; cuando de hecho parte de esta herencia no se entendería sin España; la misma España que apoyó decisivamente la independencia de los Estados Unidos triunfando en Mobila y Pensacola gracias a los peninsulares Bernardo de Gálvez y Luis de Unzaga y a gentes provenientes de los actuales territorios de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, México, Costa Rica, Venezuela o Perú.
Así las cosas, urge recuperar y reivindicar el legado hispánico de los Estados Unidos desde sus más hondas y entrañables raíces, sin el cual no se explica ni la independencia ni la formación cultural del país. Como ya entrevió el poeta Walt Whitman, “para ese compuesto de identidad estadounidense del futuro, el carácter español proporcionará algunas de las partes más necesarias. Ninguna existencia muestra una retrospectiva histórica más grandiosa, más grande en religiosidad y lealtad, o por patriotismo, coraje, decoro, gravedad y honor”. Pues bien, ese futuro ha llegado y los hispanos debemos estar en primera línea. La leyenda negra es una pesadísima losa que está lastrando nuestro presente e impidiéndonos el porvenir. Desechémosla de una vez por todas por mentirosa y propagandística y acudamos a lo mejor de nuestra identidad cual patrimonio común e ilusionante.
NOTA
(1)Página de Faustino Núñez: https://www.flamenco.plus/flamencopolis/