Sí, Virginia, hay un estado profundo, y es peor de lo que piensas
Mencione el término "Estado Profundo" en un evento social con personas estudiadas y lo más probable es que nadie quiera hablar con usted el resto de la noche. La mención de este término en una conversación será tomado como un "argumento desacreditado", algo que refleja teorías de conspiraciones, acusaciones falsas y la sustitución de la verdad por la fantasía.
Pero, en realidad, "un Estado Profundo (en inglés, Deep State), también conocido como Estado dentro del Estado o cloacas del Estado, hace referencia a una forma de gobierno clandestino de un Estado, operado mediante redes de grupos de poder encubiertas, que actúan de manera coludida, con el fin de seguir una agenda en común y objetivos propios de manera independiente y en paralelo al gobierno legítimo y/o elegido democráticamente, muchas veces cometiendo actos de corrupción".
Tras el allanamiento por parte del FBI a la casa de Donald Trump en Florida, Trump aludió a las acciones del "Estado Profundo", lo que provocó la ridiculización predecible de los principales medios de comunicación. Trump estaba hablando de manera "conspirativa", y si uno sigue a los principales medios de comunicación en estos días, las únicas conspiraciones están en la derecha. (Ya sabes, como aquel en el que los manifestantes desarmados del 6 de enero casi derrocaron al gobierno de EE. UU.).
Después de las recientes revelaciones sobre cómo Twitter trabajó en conjunto con agencias federales para ocultar la historia de la infame computadora portátil de su hijo Hunter Biden, Trump atribuyó el secreto a un complot del “Estado Profundo”. Sin embargo, si bien los hechos de la historia son realmente escandalosos, no creo que fuera tanto una conspiración secreta como un caso de personas que pueden participar en ciertas acciones sin consecuencias políticas.
Además, las sorprendentes revelaciones del periodista Matt Taibbi sobre la interferencia directa de los agentes del FBI y la CIA en las elecciones de 2020 a través de Twitter con el pretexto de que los agentes rusos estaban difundiendo desinformación ha expuesto aún más la participación de agentes federales encargados de hacer cumplir la ley en actividades partidistas, y el triste hecho de que estos agentes no les preocupa tener que rendir cuentas, especialmente si están comprometidos con una causa “progresista”.
La narrativa estándar del estado profundo
Uno no tiene que creer en una sola conspiración (ni siquiera en los ataques del 11 de septiembre) para entender que realmente existe lo que podemos llamar un estado profundo. De hecho, lo que podríamos llamar el estado profundo REAL no tiene nada que ver con conspiraciones, reuniones secretas y similares. En cambio, este estado profundo opera al aire libre y a plena luz del día, y eso hace que la narrativa del estado profundo sea una amenaza aún mayor que la narrativa de un cabal secreto.
Cuando era un joven adulto, leí una novela de dos periodistas anticomunistas llamada "The Spike", en la que un periodista joven, liberal y en una cruzada investigativa, descubre un nido de agentes soviéticos infiltrados en el gobierno de los Estados Unidos. La historia del periodista sobre el asunto, sin embargo, es modificada por su empleador (un periódico similar al Washington Post), pero el protagonista se las arregla para sacar la historia a otra parte. El resultado es que se derriba a un presidente comprometido y el gobierno federal puede descubrir a los agentes soviéticos.
Así, en un momento dramático, un periodista motivado y sus aliados políticos exponen el equivalente del “estado profundo” y el gobierno estadounidense da un giro a la derecha. El estado profundo desaparece.
La dura verdad
Desafortunadamente, ningún novelista puede escribir nuestro estado profundo actual porque sería un puente demasiado lejano de cruzar. La razón es que nuestro estado profundo actual es simplemente la rama ejecutiva del gobierno, que esta descrito en nuestras leyes y nuestros tribunales, y esta rama ha asumido gran parte del papel originalmente asignado al ala judicial del gobierno, el de interpretar las leyes.
El verdadero poder del estado moderno está en su burocracia, que está compuesto por empleados de todos los departamentos y agencias federales, empleados que difícilmente son neutrales ideológica y políticamente, empleados que están protegidos por las leyes del servicio civil y por los sindicatos. Cuando regímenes progresistas como las administraciones de Biden y Obama ocupan el ala oeste de la Casa Blanca y el Congreso, los tribunales federales se vuelven casi irrelevantes. El presidente y sus designados políticos gobiernan mediante órdenes ejecutivas que, como era de esperar, los empleados del gobierno supuestamente neutrales apoyan con entusiasmo.
Gran parte de la legislación moderna se realiza mediante órdenes ejecutivas, y muchas órdenes ni siquiera tienen que coincidir con los estatutos que las sustentan, algo que ha sucedido durante mucho tiempo. Por ejemplo, cuando el presidente Franklin Roosevelt se apoderó de las explotaciones privadas de oro en 1933, basó su orden ejecutiva en la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917. Cuando el presidente Biden anunció la condonación de préstamos estudiantiles, basó su orden en la Ley de Héroes del 11 de septiembre, estirando esa ley y su intención obvia hasta el punto de que era inconciliable.
Si bien no todas las órdenes ejecutivas tienen el efecto de la Orden Ejecutiva 6102, implican que la rama ejecutiva del gobierno de los EE. UU. asuma poderes que bien pueden violar la Constitución, pero que se llevan a cabo sin preocuparse de que cualquier agencia externa, incluida la Corte Suprema de los EE. UU. intervendría. (Sí, hasta ahora los tribunales han rechazado el esquema de condonación de préstamos estudiantiles de Biden, pero el proceso de litigio no está completo y los tribunales pueden ser impredecibles).
La burocracia todopoderosa tiene apoyo de los progresistas.
Uno pensaría que los estadounidenses educados estuviesen esperanzados ante la perspectiva de que las agencias federales elaboren políticas independientes de la supervisión del Congreso o de los tribunales, pero es todo lo contrario, especialmente cuando los agentes federales persiguen políticas progresistas. Por ejemplo, cuando la Corte Suprema colocó algunas vallas legales en torno a los poderes de la Agencia de Protección Ambiental para regular las emisiones de dióxido de carbono, el establecimiento progresista estalló en ira.
Por ejemplo, el New York Times, que lleva un estándar progresista, declaró que la corte había puesto en peligro vidas estadounidenses:
Las agencias reguladoras dotadas de expertos son el mejor mecanismo disponible para que una democracia representativa tome decisiones en áreas de complejidad técnica. La E.P.A. es la entidad en la que se basa el Congreso para determinar qué tan limpio debe ser el aire y cómo lograrlo. Afirmar que carece del poder para cumplir con sus responsabilidades básicas es simplemente sabotaje.
La gobernanza por parte de "expertos" ha sido el mantra progresista durante más de un siglo, la idea es que los llamados "expertos" arraigados profundamente en el gobierno deberían ser libres de tomar las decisiones que consideren mejores para gobernarnos al resto de nosotros. La suposición de los editores del NYT es que los “expertos” siempre (o al menos por lo general) saben qué es lo mejor para los demás y cómo lograr esos importantes fines sociales y económicos.
Del mismo modo, las revelaciones de que el FBI y la CIA estaban coaccionando a las empresas de redes sociales para censurar cualquier cosa que contradijera ciertas narrativas progresistas provenientes de Washington DC, deberían haber sido titulares en todas partes y la noticia principal en las noticias de la noche. En cambio, los principales periodistas progresistas atacaron a Matt Taibbi o, como David French, restaron importancia a la gravedad de lo sucedido e inventaron excusas para los agentes federales.
(French argumentó que la única pregunta real era si los agentes federales habían "violado la Primera Enmienda" y que cualquier otra cosa no cabía en la discusión. Y sí, concluyó que esos agentes probablemente no habían violado la Constitución).
En conclusión
No estamos hablando de conspiraciones secretas en las que se llevan a cabo acciones nefastas en la oscuridad. Estas cosas se llevan a cabo a la luz del día, con los nombres completos de los personajes involucrados, pero las personas que plantean serias dudas sobre la legalidad de estas acciones, por no hablar de la cuestión del bien y el mal, son censuradas e ignoradas por las personas que deben fiscalizar loa medios y salvaguardar la fortaleza institucional.
Por eso digo que esta versión del estado profundo es mucho peor de lo que los autores de "The Spike" podrían haber creído que existía. Las personas involucradas hacen lo que les da la gana, mientras afirman que son el alma de la democracia, y muchos estadounidenses parecen creerles o ya no les importa.