El equipo económico realizó un encuentro del que participaron Nazareno Etchepare y Martin Gramont Manzo, quienes realizaron un análisis de la situación actual del país.
La situación económica del país es cada vez más compleja. En este contexto, el equipo económico de Demos definió a la economía en Argentina como “un infierno” y lo comparó con uno de los círculos que plantea el poeta Dante Alighieri en la "Divina Comedia".
“En Argentina la economía es, desde hace demasiado tiempo, un infierno; y parece ser que también es un círculo, ya que los errores groseros de política económica, y sus consecuentes desequilibrios macroeconómicos, se repiten año tras año, década tras década”, indicó Demos a través de un comunicado.
El equipo económico realizó un encuentro del que participaron Nazareno Etchepare y Martin Gramont Manzo, quienes realizaron un análisis de la situación actual del país.
Etchepare expresó: "Lo que se ignora, y viene ignorándose desde hace varias administraciones, es que la economía argentina necesita cirugía mayor para volver a la senda del crecimiento, y que sin esto no hay ministro ni crédito que valga. En efecto, dentro de lo puramente económico serán necesarios cambios estructurales y de base -no maquillaje- para revertir años de muy mala praxis económica que han dado como resultado un país con aumento de pobreza, estancamiento económico, falta de inversión productiva, infraestructura colapsada, aislamiento del mundo tanto comercial como financiero, y gravísimas distorsiones y desequilibrios (el más visible, pero no el único: inflación anual de tres dígitos). Esto produjo serios daños al cuerpo económico del país tanto tangible (acumulación de capital, productividad, infraestructura y tecnología) como intangible (confianza, credibilidad y rentabilidad)”.
Manzo, por su parte, explicó: ““En rigor de verdad, Argentina enfrenta una severa estanflación (inflación alta con estancamiento económico) junto a otros desequilibrios macroeconómicos (ej. alto déficit fiscal, inversión estancada, explosiva deuda cuasi-fiscal por pasivos remunerados del banco central, exportaciones raquíticas, entre otras patologías macroeconómicas). La teoría económica, y la evidencia empírica, muestran que un escenario de estanflación como el actual se soluciona con política monetaria restrictiva (básicamente dejar de financiar al gobierno de turno monetizando así déficits fiscales) y política fiscal expansiva”.
Argentina sigue siendo uno de los países con mejor capital humano de la región (en franco declive, lamentablemente) con potencialidad de producir alimentos para más de 300 millones de personas en un mercado interno de -poco más de- 45 MM. El país tiene todo para ganar vendiéndole al mundo productos agroindustriales con valor agregado, desarrollar y explotar su industria de turismo receptivo y brindar al mundo servicios basados en su capital humano; además tiene la potencialidad de ser autosustentable energéticamente con una matriz diversificada y desarrollar industrias basadas en el conocimiento y en nuevas tecnologías, como también desarrollar polos productivos de economías regionales. Sin embargo, la economía argentina se encuentra actualmente semi-cerrada y con gran falta de competitividad para exportar con valor agregado. La competitividad es un fenómeno mucho más amplio que el tipo de cambio. Lo que es necesario entender, particularmente los políticos, sindicalistas y “preben-sarios” industriales (sustituidores-de-importaciones), es que el comercio internacional trae riqueza, no pobreza. Por supuesto, que la apertura comercial funciona como “cambio tecnológico” y, eventualmente, además de una implementación con un correcto sequencing puede haber ciertas políticas públicas que incuben pioneros y reconviertan rezagados, pero son excepciones y no regla. El comercio fue -y es- fuente no solo de riqueza, sino de continua innovación (“destrucción creativa” en palabras de J. Schumpeter) y crecimiento económico y humano en el sentido más amplio; levantó ciudades-estado e imperios, y reconstruyó naciones europeas y asiáticas destruidas por guerras devastadoras. Desde la teoría económica Smith (1776) y Ricardo (1817) pasando por Hirschman (1943) y Balassa (1965) hasta el New Trade Theory así lo explicaron, o basta también leer historia.
Intentar ganar competitividad por vía-monetaria (devaluando), o proteger industrias ineficientes, es encubrir la verdadera fuente de no-competitividad, que es no-monetaria, a saber, costos laborales desmesurados y rígidos, carga impositiva expropiatoria, infraestructura productiva colapsada (rutas, ferrocarriles, puertos, etc.) y burocracia-estatal elefantiásica e ineficiente (que genera, directa o indirectamente, déficit fiscal, inflación, y altas tasas de interés). De hecho, el país tiene un alto desempleo disfrazado de empleo público, donde se le propone al inversor que invierta para luego saquearlo a impuestos y regulaciones y así mantener el statu-quo. Cuando el tamaño del Estado es tan sobredimensionado y no puede auto-sustentarse genuinamente con impuestos razonables, sino a costa de expoliar al generador de riqueza y empleo privado, la inversión se vuelve inviable. Mantener estatismo inmiscuyéndose como “jugador” distorsivo donde solo debería “jugar de referee” y asegurar reglas de juego y ambiente de negocios para que muchos más “equipos” vengan a jugar a nuestra “cancha” no favorece la inversión (el ejemplo perfecto es Aerolíneas Argentinas y el mercado aerocomercial nacional).